Como parte de las políticas de incremento del empleo en Colombia, el Presidente Santos ha presentado el proyecto de ley del primer empleo, a consideración del Congreso, organismo que, resulta previsible, lo aprobará sin mayor cuestionamiento, como queda sobreentendido porque tal institución puede ser llamada ya la aplanadora de la unidad nacional; tal como vimos en la presente semana con la manera irresponsable y ramplona con la que se discutió el tema de las regalías, votando y volviendo a votar contra lo aprobado minutos antes.
En la presentación oficial, la ley de primer empleo pretende “romper el cuello de botella de la informalidad empresarial y laboral en Colombia así como facilitar la vinculación laboral de los jóvenes”; ello hace suponer que tal proyecto se constituiría en una mayor apertura de la puerta laboral para las y los jóvenes, en procura de reducir el desempleo y la pobreza en el país. Sin embargo, su articulado deja ver que se trata de una medida que lesiona gravemente los ingresos de los trabajadores, disminuye aun mucho más el salario mínimo y podría generar mayores afectaciones al ya precario nivel de empleo formal de la clase baja colombiana; pues tal ley no solo se constituiría en una puerta de entrada de las y los jóvenes sino también en una de salida del mundo laboral para las personas mayores, víctimas de un proceso de selección empresarial que privilegia la edad sobre la experiencia y el conocimiento, estimulado ahora con el abaratamiento de la fuerza de trabajo juvenil.
El proyecto de ley está diseñado a estimular la servidumbre juvenil al disminuir sustancialmente el salario mínimo para esta población e incrementar, sin más, los contratos de aprendizaje. Con ello se desconocen derechos laborales, al tiempo que se beneficia a los empleadores que incorporen la fuerza de trabajo juvenil, abaratando el pago de parafiscales y beneficiándoles con descuentos en el impuesto de renta, amén de otras exclusiones y deducciones que disminuyen los trámites y la carga tributaria para los empleadores sin que ello suponga que, de manera equiparable, tomarán la decisión de vincular menores de 25 años a su planta de personal.
Por ello, aparte de dudar de si el objeto de la ley sería crear nuevos empleos juveniles o estimular los beneficios para los empleadores formales, preocupa que las exenciones proyectadas no sean las requeridas para estimular el incremento de nuevas plazas y ocupaciones formales, pues como lo indican los datos de otros países analizados por Stefano Farné, no hay una relación directa entre beneficios a empleadores y decisión de contratar a jóvenes.
En ese sentido el pasado es desalentador: la economía colombiana ha incrementado su productividad en los últimos diez años y al mismo tiempo se han generado exenciones y beneficios para los empleadores en contra de los trabajadores tales como la eliminación de recargos, sucesivas reformas laborales y tributarias; por lo tanto, debería haber ocurrido que el empleo como el ingreso de las y los colombianos hubiesen aumentado significativamente.
Tales reformas, por el contrario, no han significado un mejoramiento sustancial del empleo o del ingreso y el salario de las y los colombianos y sí una proliferación incontrolada del subempleo, la tercerización y el surgimiento de otras formas desreguladas de autoempleabilidad o emprendimiento informal que, sumadas a las condiciones flexibles de promoción de las importaciones promovidas por la letanía de la confianza inversionista, han significado una parálisis relativa en la ocupación en el sector formal; el cual produce tres veces menos empleos que el sector informal, afectando de paso y con severidad a mujeres y afrodescendientes, quienes se cuentan en mayor proporción entre los nueve millones de colombianas y colombianos subempleados.
Todo esto, permite suponer que este proyecto, que requiere mayores consideraciones como lo ha solicitado la CUT, podría convertirse en la formalización de la servidumbre en Colombia, estimulando la precarización del ingreso y del empleo, la juvenilización de las ocupaciones, la indecencia en el mundo del trabajo y el envejecimiento de la informalidad a costa del mayor enriquecimento de los que ya son ricos.
1 comentarios:
muy acertada las postura del profesor Arleison!!, expltacion de la nesecidad juvenil, y abondono de la experiencia,¿ odne quedara la dignidad de la personas entradas en años?, ¡porque no sacan tambien una ley que garantice "el ultimo empleo"?
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