sábado, 2 de octubre de 2010

¿Está usted de acuerdo y se compromete?

"Mucha gente habla, dentro y fuera de la universidad, de los fantasmas setentudos que rondan sus patios interiores. Sin embargo, parece que las cruces esvásticas con sus espectros ceremoniales no faltan entre sus sombras"


Jaime Rafael Nieto López

Columna Universidad de Antioquia: Verbo y cuchillo


Más allá de todo dolor, nuestra universidad permanece viciosamente cerrada.


Las circunstancias que han llevado al Consejo Académico a 'recomendar' el actual cierre nos dejan el sinsabor de la intolerancia en los eventos del 15 de septiembre, la indiferencia de la mayoría de las y los antioqueños y antioqueñas por su Alma Mater y la impaciencia de los que creemos que una universidad vacía, en silencio y de puertas bloqueadas es una negativa a reconocerla plural, diversa y pública; con lo que se visibiliza el que en la universidad se vienen enfrentando dos modelos culturales disimiles que aun no encuentran alternativas creíbles para un acercamiento dialéctico: Uno, el que la pretende al servicio de la empresa privada, contratada y ordenada para producir y sostener el mundo tal cual está. Otro, el que se reviste de nostalgia para resistir, contra todo pronóstico, los fuertes vendavales del autoritarismo y la verdad única.

Para los seguidores del primer modelo, la universidad cumple un papel valioso en torno a su misión de promover el saber, la ciencia y la tecnología; sin mayor deliberación respecto de a que modelo societal aporta, pues tales construcciones resultan funcionales al dinamismo del sistema capitalista imperante. Por esto, para muchos de ellos lo que ocurre en la universidad no es sino la cooptación de sus espacios y de los ingenuos muchachos tirapiedra por las bandas delincuenciales y los narcotraficantes de la ciudad, promotores del desorden, la venta de drogas, el tráfico ilícito de libros y películas y las ventas informales; situaciones para las que resulta suficiente con irrumpir a la fuerza en el Alma universitaria, bloquear el ingreso de los disfuncionales y promover, como alternativa conciliatoria, una campaña que, aunque bien intencionada, no satisface el tratamiento integral de las complicaciones presentes en este resguardo de la diversidad ni garantiza que, una vez ordenen reabrir sus puertas, la universidad discuta con calma y sosiego sus diferencias y provoque la unidad de los diversos.


Para los que se oponen a meterlo todo en el mismo saco, los del segundo modelo, la universidad es un proyecto societal en el que las lecturas alternativas y la producción del consenso en torno a su misión y sus obligaciones no se reducen a la enunciación criminal de las situaciones que en ella se escenifican ni al encumbramiento de dicho espacio por sobre los problemas cotidianos y estructurales del país, como si los mismos no fueran en ella sino motivo de ejemplo en las diferentes cátedras, anticipaciones nocionales de un mundo aciago por venir. Situados en esta orilla, lo que pasa hoy con la universidad resume las feroces tensiones sociales y políticas que polarizan a unos y otros en el país por la disputa territorial, la inacción estatal, la tolerancia criminal, la connivencia con la ilegalidad, la arbitrariedad policial, el autoritarismo gubernamental, la pasividad societal, la negación y ocultamiento del otro, el cerramiento de lo público, la erosión de lo colectivo, la prisión de la individualidad, los gritos de unanimismo, las batallas de los resistentes, la precariedad en el ingreso, la carencia de alternativas laborales dignas, el desempleo y el incremento de la delincuencia y la criminalidad.

Ante el tamaño de tal desencuentro, la universidad tiene razón al preguntarse si su funcionamiento debe blindarse de prácticas ilegales y ventas informales, tanto como motivar a sus integrantes a comprometerse con el respeto de los principios de liberta de expresión, de investigación, de enseñanza y aprendizaje, rechazando todas las formas que impliquen su vulneración. También por ello la universidad debe ser construida sin ninguna forma de violencia, amenaza o intimidación; ni la del estado ni la de los ciudadanos ni la de los múltiples actores armados y autoritarios oficiales y extraoficiales. Sin lugar a dudas la universidad no puede ser un espacio para promover el tráfico, expendio y consumo de estupefacientes ni debería convertirse en un emporio de ilegalidad.

A todo ello debemos responder sí, con total claridad y sin vacilación; pero, de igual manera, debemos generar las condiciones para consultar y responder si estamos de acuerdo y nos comprometemos a conservar pública la universidad de las y los antioqueños; si en ella opinar y protestar pueden ser considerados o no delitos; si para enfrentar sus problemas el Gobernador y sus cuadros directivos pueden acudir o tolerar la vulneración de sus estatutos y su autonomía, cuando se quiera y por lo que se quiera; si se deben revisar los estamentos estudiantiles para garantizar una mayor vinculación de tal colectivo en las decisiones de importancia;si la universidad debe ponerse al servicio de un proyecto político alternativo que promueva la incidencia ciudadana y la participación; si para cumplir sus objetivos misionales resulta posible que la universidad se venda a postores que constriñan su independencia; si puede darse el lujo la universidad de las y los antioqueños de dejar por fuera de sus aulas a tanta gente cada semestre, sin que aparezcan en el horizonte alternativas más responsables que garanticen el derecho a la educación de quienes no pueden costearlo en universidades privadas.

Seguramente son más las preguntas que deban hacerse a ambos mundos de la vida universitaria; no con la intención de exacerbar sus diferencias sino en el propósito de gestar un modelo de universidad que geste un nuevo país; uno en el que se pueda estar de lado y lado en una mesa en la que la muerte no ronda; en el que se garantice un circuito digno que vincule el estudio, el empleo y el bienestar; en el que la seguridad no signifique la eliminación del opositor ni la connivencia conveniente. Un país en el que, finalmente, la universidad esté a su servicio; no con sus vicios.

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