jueves, 5 de agosto de 2010

El peligro de una historia única




Chimamanda Adichie es una joven novelista nigeriana cuyos tres libros publicados no están aun disponibles en Colombia, pese a haber ganado varios premios internacionales. (Algo alrededor de tu cuello, 2010; Medio Sol Amarillo, 2007; y La flor púrpura, 2005)

En internet está disponible su conferencia "el peligro de la historia única", una muy inteligente presentación del problema del centrismo cultural y sus implicaciones en la mirada del otro como un todo homogéneo. Algunas de las referencias planteadas por esta novelista, aparecen bajo otras consideraciones en mi libro aun en proceso de cierre "africanía, cimarronaje e independencia".

Al igual que Adichie, a quien remito no sólo por su origen africano sino por el hecho de ser mujer, comparto el que la historia leída en una única fuente produce no solo tergiversaciones sino estigmatizaciones fáciles y vacuas, las cuales difícilmente se desinstalan sin un ejercicio que las haga conscientes.

Un ejemplo de ello, acaba de ocurrir cerca a mi: mientras revisaba el video de la conferencia de Adichie, con audífonos puestos, mi hija me ha preguntado ¿ella en qué idioma habla? Por supuesto, la pregunta podría ser inocente, pero no me resistí a la tentación de problematizarla.

¿Por qué debería suponer mi hija que Adichie habla en otro idioma? ¿En qué idioma se habrá imaginado que hablaba esta mujer negra, con pañoleta en su cabeza? Por supuesto que le he preguntado a mi hija, de cuya educación étnica y cultural me siento personalmente responsable, en qué idioma creía que Adichie hablaba. A pesar de sus 12 años de descolonización, producto de mi particular versión del mestizaje,mi hija evidenció una hermosa cara de sorpresa y perplejidad por mi pregunta.

Permítame le pregunto a usted: ¿En qué idioma habla el otro; los otros? ¿Por qué suponemos, sin más, que el idioma del otro es diferente? ¿cómo es que estamos seguros de que el otro habla un idioma que entendemos? Por supuesto, no me refiero a las palabras y a la construcción semántica que nos permite interpretar el mensaje del otro en un código compartido. Me refiero a las comprensiones, a la historia detrás de los cuerpos y las mentalidades, cuyo sentido difícilmente problematizamos en la vida cotidiana.

El otro no suele ser sujeto de nuestro pensamiento. Generalmente nos relacionamos con el otro y con los otros y las otras sin mayores discusiones respecto a qué son para mi, cuál es su historia, su antecedente, su ancestralidad. Peor aun, difícilmente nos preguntamos qué nos vincula con la otredad de ese o esa que no soy yo.

También nosotros corremos el peligro de construir historias únicas, vaciadas de diferencia y reconocimiento; y no sólo los europeos o euroestadounidenses llenos de la superstición de su superioridad, construida a lo largo de siglos de llenarse de sí mismos.

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