Hay una verdad incontestable: Los ordenadores no producen conocimiento. Al menos no por sí solos.
De hecho, nunca como hoy se ha hecho necesario un sujeto con habilidades para orientar procesos de aprendizaje en la escuela. Ese sujeto e el maestro. El maestro o la maestra se han convertido en el eje vertebral del proceso escolar. Ello no quiere decir que el docente haya desplazado nuevamente al estudiante. Nada más lejano a la realidad.
El maestro se ha resituado; al menos conceptualmente, y se espera que también en sus prácticas. Estas nuevas prácticas le hacen responsable de que los estudiantes aprendan y no simplemente que se instruyan. Ahora no se trata de que el maestro sepa más; incluso puede saber menos pero saberlo bien; producir formas de acercamiento al mejor saber disponible, reconocer los medios informacionales y comunicacionales disponibles y favorecer su reconocimiento.
De igual manera la escuela ha ganado protagonismo, aunque a veces no se entiendan sus enormes potencialidades. En este espacio se recrea la vida y se producen aprendizajes; ¡casi nada! Cierto es que "la escuela debe ser el espacio en el cual se permita el liderazgo educativo y el desarrollo de las capacidades de los maestros en sus actividades principales como pedagogos". Esta relación es fundante. El maestro en la sociedad del conocimiento se ha hecho lider. De nuevo experto: No en un saber enciclopédico e ilustrado que él y sólo él domina; sino un profesional competente en didácticas. Su nueva labor no le hace "decidor" o "dictador" sino orientador, facilitador, un sujeto habil para propiciar oportunidades de aprendizaje. Un maestro con la habilidad de leer la escuela con los ojos abiertos de un niño; sólo ese, puede contribuir a producir aprendizajes.
De hecho, nunca como hoy se ha hecho necesario un sujeto con habilidades para orientar procesos de aprendizaje en la escuela. Ese sujeto e el maestro. El maestro o la maestra se han convertido en el eje vertebral del proceso escolar. Ello no quiere decir que el docente haya desplazado nuevamente al estudiante. Nada más lejano a la realidad.
El maestro se ha resituado; al menos conceptualmente, y se espera que también en sus prácticas. Estas nuevas prácticas le hacen responsable de que los estudiantes aprendan y no simplemente que se instruyan. Ahora no se trata de que el maestro sepa más; incluso puede saber menos pero saberlo bien; producir formas de acercamiento al mejor saber disponible, reconocer los medios informacionales y comunicacionales disponibles y favorecer su reconocimiento.
De igual manera la escuela ha ganado protagonismo, aunque a veces no se entiendan sus enormes potencialidades. En este espacio se recrea la vida y se producen aprendizajes; ¡casi nada! Cierto es que "la escuela debe ser el espacio en el cual se permita el liderazgo educativo y el desarrollo de las capacidades de los maestros en sus actividades principales como pedagogos". Esta relación es fundante. El maestro en la sociedad del conocimiento se ha hecho lider. De nuevo experto: No en un saber enciclopédico e ilustrado que él y sólo él domina; sino un profesional competente en didácticas. Su nueva labor no le hace "decidor" o "dictador" sino orientador, facilitador, un sujeto habil para propiciar oportunidades de aprendizaje. Un maestro con la habilidad de leer la escuela con los ojos abiertos de un niño; sólo ese, puede contribuir a producir aprendizajes.
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