sábado, 29 de enero de 2011

SUBJETIVIDAD Y CONTINUIDAD CULTURAL: Problema de la diferenciación étnica en entornos urbanos

La construcción simbólica y significante de la realidad identitaria revela la tensión existente entre la asunción de la identidad personal y la colectiva, compleja más aun cuando quienes resultan reconocibles como pertenecientes a un determinado grupo étnico deben tomar la decisión de adscribirse o no al mismo. 

En el espacio urbano, del cual suele predicarse una relación de pertenencia e interacción en el que las marcas culturales se subsumen en la expresión homogénea de la ciudadanía, tal adscripción resulta problemática y compleja, como quiera que en la ciudad los rasgos distintivos y particularizantes con los que suele ser identificada una etnia parecieran borrarse para dar paso al individuo atomizado y culturalmente unidimensional.


En tal sentido, preguntarse por qué significa ser afrodescendiente en la ciudad lleva, en un primer momento, a una lectura evasiva que pareciera informarnos que la ciudad no es el lugar territorial en el que se escenifica la pertenencia étnica y cultural afrodescendiente. Ello, aparte de ser falso, reproduce la tradición académica según la cual la ciudad se levanta como un escenario para la vida humana en sociedad, integrado, que se ordena como el resultado de una compleja articulación de saberes, disposiciones modernizadoras, administración territorial centralizada y tecnificada e interacciones subjetivas mediadas por la distribución social del trabajo, sin referencia alguna a la procedencia o la situación de quienes la habitan y se la apropian; una ciudad articulada para la ampliación y especialización de servicios, la producción industrializada, la masiva confluencia de gentes y una estructuración burocrática de la administración de lo público. El espacio urbano, de esa manera, aparece como amalgama de diferentes grupos humanos insertados artificialmente en la ciudad; cuya articulación y reclamo por  el derecho a la ciudad se produce en la evidencia de la migración, el recuerdo de la tragedia y los padecimientos al acomodarse en un espacio nuevo.

Pero en la ciudad también se nace y se vive; marcado por las tradiciones, imaginarios, mentalidades, costumbres, prácticas y signos identitarios que reclaman la adscripción al circuito cultural de pertenencia que vincula a los individuos y a sus distintas generaciones, produciendo sino el eco de la ancestralidad, cuestionado por algunos antropólogos; la vitalidad de la diferencia y el recamo de la distribución cultural.

En la ciudad, las y los afrodescendientes muchas veces se instala la idea, racializada y fetichizada, de que ‘ellos’ no son de aquí; una otredad absoluta, marcada por la foraneidad antes que por la localía. La tensión identitaria se enfrenta así a la asimilación y la subordinación, en la medida en que tal postura contrainterculturalista, subrepticiamente reclama la ciudad para ‘los otros’, o para un ‘nosotros’ no inclusivo ni diferenciado, que se esfuerza por no hacer evidente, sin lograrlo, el carácter hegemónico de la tradición mestiza, marcada por determinantes socioculturales que incorporaron históricamente la hispanía y la europeidad como su imagen.

Sin embargo, dado que la ciudad es tanto un lugar referente como un espacio de producción de sentidos y simbolizaciones; al igual que los espacios ribereños, isleños, adentrados y litorales, resiste tanto como permite la gestación de una trama intersubjetiva en la que las etnias se reproducen y se inventan, gestando rupturas, bifurcaciones y continuidades culturales que remiten a tradiciones leídas y vividas como propias por nuevos sujetos marcados con la experiencia de hacerse a la ciudadanía.

Con ello, lo que pretendo afirmar es que la afrodescendencia en el espacio urbano, en modo alguno se agota con la identificación de un determinado color de piel o en la atávica exclusividad folclórica de la danza, la música y el deporte como recurrentemente acontece. Pese a que la ciudad mueve hacia la dispersión, la pertenencia identitaria y cultural en ella encuentra rumbos por los cuales reproducirse, por contagio entre las distintas generaciones migradas y locales, por incorporación de tradiciones y prácticas en el seno familiar, barrial y de ciudad, por vinculación orgánica entre individuos que se apropian de su afrodescendencia, por gestación organizativa, por emparentamiento territorial  y relacionamiento residencial al articular enclaves urbanos, por la producción intelectual que lee e imagina lo propio articulándose en un espacio socialmente compartido, intersubjetivo e intercultural, entre otros.

En la ciudad, la afrodescendencia se escenifica igualmente y se la pone a jugar de manera tal que la mezcla y la tradición, lo ajeno y lo propio, las pérdidas y las recuperaciones, la actualidad y la ancestralidad se precipitan produciendo, de manera inacabada y bullente, sentidos, significados y simbolizaciones inusitadas tanto como referentes, que se insertan creativamente en la vida urbana, dando cuenta de la continuidad cultural en la comunidad de los diferentes.



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