sábado, 15 de mayo de 2010


¿Qué hacer para mejorar los resultados en estudiantes de escuelas periféricas?

Estudiar en la periferia, no en los centros ni en las instituciones de mayor prestigio, genera retos que difícilmente se pueden transformar con la sola presencia de docentes profesionales y competentes.

Los estudios internacionales indican que las escuelas pueden mejorar hasta el máximo de su nivel en dichas condiciones, especialmente en los indicadores de convivencia, construcción de normas y humanización de procesos, pero ello no se refleja necesariamente en mejoramiento académico, menos aun medido en pruebas estandarizadas orientadas a revisar la calidad de los aprendizajes en su normalización nacional.

Resulta indiscutible que obstáculos relacionados a las condiciones de la planta física, mayor formación de las y los docentes, condiciones nutricionales del escolar, pautas y hábitos de estudio en el hogar, condiciones de ocupación territorial, niveles de violencia o conflictividad en las cercanías a las instituciones, entre otros; no se encuentran determinados por las posibilidades de la gestión en una Institución Educativa.

Afectar la precarización de los espacios físicos pasa por la capacidad actuacional de las Secretarías de educación y no por las aspiraciones de los rectores y líderes comunitarios.

Programas nutricionales focalizados desdicen de una escuela inclusiva en la que todos y todas deberían disfrutar, en condiciones de gratuidad universal, beneficios alimenticios que entren a fortalecer los valores nutricionales en los escolares, independientemente de la capacidad adquisitiva de sus padres. En esto ciudades como Medellín resultan algo mezquinas comparadas con Bogotá, por ejemplo.

El problema habitacional y la ocupación irregular del territorio afecta fuertemente los índices de cobertura de las instituciones educativas, en cuyas aulas se apiña un número alto de estudiantes, entre 40 y 50; mayor al que pueden alojar cómodamente aulas construidas para 25 y 30 estudiantes. En este sentido se debe pensar que la relación cobertura - calidad es problémica y debe encontrarse una ecuación para gestionarla eficientemente.

En el ámbito de la transformación de conflictos, la escuela debe convertirse en un territorio de paz. No resulta explicable ni justificable el que actores armados conviertan en carne de cañón a las y los escolares, ni que estos no puedan dirigirse a sus centros de estudio de manera asegurada por las autoridades públicas. Ni las escuelas ni el cuerpo de las y los escolares deben convertirse en territorios de guerra. Las actuales amenazas por este hecho, resultan indignantes; mucho más dada la alta visibilidad de las y los escolares, así como la vulnerabilidad de las escuelas sin sistemas de seguridad adecuados.


Entre otros, enfrentar estos dilemas debe llevar a los centros e instituciones educativas de periferia a reclamar políticas públicas adecuadas a sus necesidades. No resulta claro cómo se les pueda exigir que evalúen a sus estudiantes con los mismos métodos y las misma pruebas que a otros estudiantes en contextos mucho más propicios. Así como tampoco resulta procedente esperar los mejores resultados en estos espacios sin incidir sustancialmente en las condiciones en las que las y los estudiantes permanecen en sus aulas.

La escuela en la periferia será periférica hasta tanto los administradores de la ciudad visibilicen que, también ellas, pueden ser escuelas de calidad implementando las estrategias y políticas con las que la calidad resulta tal.

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