sábado, 29 de agosto de 2009

Ciudadanía Digital

Romper con las barreras tecnológicas marcadas por la alfabetización tecnológica instrumental al mundo productivo y la cultura de masas constituye una exigencia impostergable para la escuela democrática del siglo XXI.

¿Cuál ruta asumir para recorrer este camino?

Manuel Area, aporta la idea de mutar "la alfabetización tecnológica como demanda de la nueva economía globalizada" y defiende la idea de que "la revolución informática requiere también de un nuevo tipo de alfabetización vinculada con el uso de las tecnologías digitales".

Concebir la enseñanza y la escuela más allá de las fronteras empresariales, productivas, mediaticas y masivas implica enfocarse en la construcción de modelos alternativos de ciudadanía en un contexto de tecnologías digitales imperante.

¿Cómo construir ciudadanía digital?

La primera alternativa para ello consiste en desmentir la idea de que la escuela debe resultar funcional al modelo empresarial. La escuela no es una empresa ni su propósito es producir. La escuela es un escenario de categorización de la vida y los acercamientos que en ella se hacen a las realidades y la existencia no deben provocar una lectura instrumental de las relaciones humanas ni de las relaciones de producción.

La escuela espera consolidar sujetos capaces de hacerse a la propia vida, a su modelo de vida. En tal sentiro, la escuela deberia procurar subjetivizar sus procesos antes que instrumentalizarlos o masificarlos.

¿Qué mas podemos hacer?

Resignificar la docencia. Más allá de la función docente, repetitiva y socializadora; la docencia comporta compromisos políticos que acerquen la profesión a la enseñanza. La capacidad de enseñar se ve cuestionada cuando se privilegia la transmisión de contenidos, las habilidades repetitivas, las costumbres de aula.

En el contexto escolar, la construcción de ciudadanías digitales implica la toma de partido por parte del docente más allá de los problemas propios de las relaciones gremiales. Docentes hábiles para formar en entornos digitales o bajo mediaciones tecnológicas requieren desarrollar en grado sumo su criticidad, la capacidad de generar problemas en el aula y contribuir a que sus estudiantes los resuelvan, el desarrollo de posturas críticas respecto de la escuela, el aprendizaje, las funciones docentes, las relaciones con el entorno productivo, entre otras, de tal manera que se haga posible.


miércoles, 26 de agosto de 2009

La capacidad de enseñar

Ninguna época como la nuestra en la que se exprese un fervoroso deseo de aprender sin que se encuentre decididamente una alternativa para expresar decididamente un fervoroso deseo de enseñar.

El desencuentro entre el aprendizaje y la enseñanza en nuestro tiempo es pavoroso y sobran las evidencias:

Desinterés de muchos docentes por mejorar sus prácticas de aula porque no encuentran la motivación necesaria ni la remuneración suficiente que les persuada de aplicarse a producir resultados de aprendizaje pertinentes.

Desvinculación de los y las estudiantes por lo que pasa en el aula, movidos por interéses que no siempre se recogen en las asignaturas ni se expresan en nuevas metodologías que les involucren activamente en los acontecimientos en ese espacio que, es necesario insistir en ello, no es propiedad privada del docente.

¿Cómo producir un encuentro próspero entre la pasión por aprender y la capacidad de enseñar?

¿Con qué herramientas didácticas refundar las acutuaciones en el aula, más allá de los simples diseños curriculares formales?

A mi juicio, la decisión fundamental que las y los docentes debemos afrontar, sin vacilación; consiste en fortalecer radicalmente nuestra capacidad de enseñar, de producir efectos con nuestras acutaciones profesionales en el aula.

Insisitir en la imposibilidad de encontrar un individuo que, en condiciones típicas, no pueda aprender resulta vacuo. Lo que requerimos es encontrar la ruta que signifique lo que los docentes hacemos en el aula.

Enseñar significativamente debería convertirse en el propósito fundamental de la escuela contemporánea; la cual ha entendido que el aprendizaje es, en todo caso, significativo y conciente.

¿Cuál camino nos debería llevar a valorar la capacidad de enseñar en las y los docentes; mucho más cuando se alega hoy que sin enseñanza también hay aprendizaje?

Vamos a dedicar nuestras reflexiones a este problema. Esperamos recibir múltiples sugerencias de nuestros visitantes.

lunes, 10 de agosto de 2009

¿Qué me asegura que mis estudiantes aprenden?


¡Vaya pregunta!

¿Qué puede asegurarme que, efectivamente, mis estudiantes aprenden? Más complejo aun intentar una respuesta si nos preguntamos ¿Con qué método puedo cerciorarme del nivel de aprendizaje de mis estudiantes? y peor aun si creemos responder por las técnicas instruccionales computarizadas que nos llevan a la pregunta por si ¿Entre más tecnología utilice tendré mayor certeza de que mis estudiantes aprenden?

De las tres preguntas anteriores no puedo, con honestidad, responder de manera confiable ninguna. De hecho, creo que alguien difícilmente pueda. ¿Por qué? Intentaré aquí algunas anotaciones respecto de ésta cuarta pregunta, obviando de paso responder directamente las tres primeras, aunque de soslayo se vislumbran algunas apostillas.

1. Porque el aprendizaje no se puede medir

Es falso, creo yo, que podamos fiarnos de un procedimiento expedito que nos permita saber, con total grado de certeza, el nivel de aprendizaje de un estudiante. A lo sumo podremos valorar las evidencias que el proceso subjetivo del conocimiento arroja.

De hecho, cuando evaluamos podremos dar cuenta de los diferentes ámbitos en los cuales un aprendíz o estudiante adelanta el desarrollo de sus competencias; pero esto no nos dice a ciencia cierta de todos los ámbitos en los cuales una actividad de aprendizaje ha movido la gestación de nuevos hábitos, patrones, conductas, maneras de pensar, sentires, convicciones, etc.; presentes en un proceso de aprendizaje, siempre integral.

Ha de ser por esto que resulta mucho más fácil concentrarse en las evidencias directas u observables en el ejercicio escolar de aprendizaje y no tanto en la contrastación de dichas evidencias en prácticas concretas, en las cuales las actuaciones individuales o grupales pueden incluso desdecir o contradecir de lo aprendido y evidenciar los límites del proceso de enseñanza. Piénsese por ejemplo en los acalorados hinchas de un equipo de fútbol, las más de las veces estudiantes o egresados de procesos escolares; que agreden a sus rivales, en quienes no aceptan la idea de oposición o de tolerancia.

2. Por que la enseñanza no consiste en dictar ni calcular

Quien haya frecuentado como docente o estudiante un aula de clase lo sabe. Un maestro puede enseñar todo lo que quiera enseñar, de la forma que lo quiera enseñar y con el modelo que lo quiera enseñar mas no por ello sus estudiantes aprenderán todo lo que deberían aprender, en la forma en que lo deben aprender y de la manera en que lo deberían saber.

La enseñanza no consiste en ejercer la docencia, ya lo hemos dicho; sino en descubrir el mejor modo de hacer que los estudiantes se apropien de los procesos escolares con los cuales, se espera, se hagan un mundo para sí respecto del conocimiento y los saberes. Enseñar entonces es una actividad reflexiva, previa al ejercicio docente, simultánea con la actuación docente y posterior a las actuaciones docentes.

Ésta actividad poco tiene que ver con dictar textos, llenar cuadernos, y calificar tareas; actividades tan tradicionales, mecánicas, irreflexivas, cuyo nivel de reflexión es igual o inferior a ir a la cama, levantarse en la mañana y dejar que el agua recorra nuestro cuerpo todos los días.

3. Porque la escuela no es una madriguera de brujos

Contrario a una actividad esotérica, la labor de los maestros en la escuela consiste en parir, hacer visible lo que permanecía oculto, convertir lo desconocido en conocimiento.

La enorme posibilidad de la escuela consiste en ser el único escenario humano en el que se hace posible, esperable y deseable el cambio, la transformación de las costumbres, de los hábitos, de las pasiones, de los saberes, de las motivaciones.

La escuela porta una promesa irrenunciable de testar lo humano a los humanos; acercando generaciones, mutando concepciones culturales y contraculturales, fomentando tradiciones deseables, restituyendo la alteridad negada, generando escenarios de debate y opinión, dudando de lo cierto tanto como de lo incierto, ampliando las fronteras de nuestra propia comprensión.

¿Por qué, entonces, no es posible fiarse de la respuesta respecto a qué aprenden o deben aprender los estudiantes? Tal vez porque la escuela es una posibilidad en permanente contradicción: Se hace nueva con materiales viejos y envejece lo nuevo.

¿Habría entonces que cambiar la escuela y no a sus maestros o a sus estudiantes?

Cuando observo situaciones en las que nuestros estudiantes no aprenden ni los maestros enseñan, me invade la tentación de afirmar que habríamos de cambiarlo todo y empezar de nuevo. Tal vez así podamos fiarnos, desde el principio, de hallar una fórmula o una estrategia para asegurar el aprendizaje de los aprendices.




sábado, 1 de agosto de 2009

¿PUEDO ENSEÑAR SIN COMPUTADORES?






¿Puedo enseñar hoy sin computadores?

Bueno; de que se puede, se puede. Aunque la pregunta en realidad es si resulta adecuado a los contextos y ambientes de aprendizaje de los muchachos y muchachas hoy, intentar enseñar y lograr que aprendan, sin el uso de las herramientas que hoy seestán disponibles para su apropiación didáctica.



Es indiscutible que el papel del docente en el aula consiste en disponer "la mejor propuesta formativa" con "la mejor herramienta según el carácter del grupo
y tareas a desarrollar, ya que cada una exige una aplicación distinta". (Maria Luisa Carrió. Ventajas del uso de la tecnología en el aprendizaje colaborativo. RIE)

Si ésta claridad es compartida por el conjunto de las y los docentes, ¿Por qué insistir en persistir con métodos que no producen aprendizajes, ni socializan los aportes de otras escuelas, ni fomentan la búsqueda de la mejor información disponible, ni generan posibilidades de indagación?


La escuela debe andar en su búsqueda. Es indudable que sólo las y los maestros alcanzaremos a advertir la enorme importancia de las herramientas tecnológicas de carácter comunicativo que, ya no son nuevas.


Como afirmó recientemente el Presidente de Estados Unidos, Barak Obama, " El espíritu de la innovación es la clave para construir el futuro"; quien no innova, definitivamente trabaja en el pasado y para el pasado.



El problema entonces no es de medios tanto como de la capacidad de enseñar. Creo que el video, que me hizo conocer el profesor Regulo Latandret, es bastante diciente.

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