Los maestros han estado y seguirán estando mal pagados, no
sólo a consecuencia del carácter residual con el que se asume su oficio en un
sistema que social, política y económicamente toma la escuela como un espacio
de socialización semejante o parecido a la casa; en el que la maestra, sujeto altamente
representado en número y significación, especialmente en los primeros años
formativos, funge como sustituta maternal. Por la misma vía residual, el
profesor no es leído como padre (expresión que se reserva a las altas
jerarquías epistémicas) sino como un informador instruido. Ambos, prisioneros
de representaciones apocadas, resultan no sólo lejanos a la investigación y producción
de conocimiento (de ahí la contradicción social, profsional y salarial entre maestro
de escuela y profesor[…]