sábado, 30 de octubre de 2010

¿Sexualidad obligatoria?

Un nuevo debate empieza a tomar forma en el país, enfrentando, por ahora, a quienes afirman que la culpa de que nuestros y nuestras adolescentes se embaracen y se hagan padres y madres a corta edad es de la escuela frente a quienes, en otra orilla, prefieren leer de manera compleja los asuntos de la educación para la sexualidad y los dilemas asociados a su vivencia.

Muy seguramente estén bien intencionados quienes quieren agregarle una nueva asignatura; ¡otra!, al abigarrado currículo colombiano, en el que diferentes disciplinas, campos conceptuales y rumbos epocales se disputan 20, 25 o 30 horas de la jornada escolar, convertida en un vademécum para la infinidad de los problemas societales del presente. Sin embargo, la pregunta que una cátedra obligatoria no responde es si ese es, efectivamente, el remedio para el síntoma que pretende enfrentar.

La mirada más banal al asunto de la sexualidad adolescente se reduce a contar con una cátedra obligatoria cuyos contenidos informen y den cuenta de los temas fundamentales de la salud y del proceso biológico, evolutivo y médico asociado a la vida sexual. Quienes perfilan aquí sus intereses, han venido alertando en torno al alto número de embarazos que, a las escandalosas cifras de hoy, convierten en madres a más del 20% de las adolescentes del país.

Para otros, si bien los y las adolescentes son sujetos de derechos sexuales y reproductivos, corresponde a un profesional especializado en el tema aportar información, consulta y medicación requerida por las y los escolares, para lo cual se proveería a las instituciones educativas de una cátedra obligatoria en salud sexual integral, situando a la escuela como un apéndice del sistema de salud pública y al embarazo adolescente como una especie de enfermedad social que debe remediarse transformando a las escuelas en clínicas. Al parecer, el proyecto del representante Simón Gaviria y de la Red Colombiana de Jóvenes Líderes en Salud Sexual Reproductiva pone ahí su interés.

En otra perspectiva, el Programa de Educación para la Sexualidad y Construcción de Ciudadanía, PESCC, auspiciado por UNFPA y desarrollado por el Ministerio de Educación, en articulación ahora con el Ministerio de la Protección Social, se sitúa en una perspectiva educativa que transversaliza la lectura autobiográfica de la propia sexualidad, en la cual las decisiones, opciones y orientaciones sexuales se sitúan en el marco de la realización del propio proyecto de vida; al tiempo que se promueve la inclusión de la ciudadanía como relato en el trasfondo de tal proyecto.

Además de que la escuela se convierte en un escenario amorfo en el que cabe toda receta para abajar las alertas múltiples y diversas detectadas por los diversos operadores en relación con las situaciones y problemáticas sexuales de los que son protagonistas los y las adolescentes, lo que debería importar realmente en el país sería producir las claves societales, los acuerdos y los dispositivos con los que una persona de poca edad, pueda tomar sus decisiones cuando pueda y cuente con la suficiencia moral para que ello ocurra.

Un embarazo adolescente o a destiempo no sólo es un problema de política pública sino un dilema societal de amplio espectro que refleja hasta dónde se afecta una vida humana a consecuencia de la inacción estatal, de la indiferencia societal y de la impericia emocional. El problema real entonces, resulta siendo la concepción de la adolescencia y la juventud en una sociedad política nacional y la manera como se procesan las demandas tanto del resto de la sociedad como las propias planteadas por los y las adolescentes.

La tarea nacional en torno a la sexualidad y la educación de las y los ciudadanos, si bien pasa por las aulas escolares, las desborda. Incluso si se piensa que las acciones públicas para promover derechos sexuales y reproductivos y acciones para su garantía puedan adelantarse con sinergias intersectoriales, queda la pregunta por la complejidad operativa del aparato estatal, precariamente abierto a la concertación de acciones y la apropiación de recursos interdependientes.

De hecho, el modelo de acción estatal centralista y burocratizado dificulta tal propósito de acción mancomunada, privilegiando metas e indicadores de impacto atomizados y fragmentarios que pretenden impactar en proporciones aceptables dinámicas sociales, culturales, etarias y socioeconómicas que pasan por la escuela, sin adentrarse en las particularidades escolares y los requerimientos para que satisfaga de la mejor manera posible su labor cultural, social y política.

Finalmente, sin caer en el equívoco de insistir en que le preguntemos a las y los adolescentes, siendo que la pregunta la debemos contestar en todos los escenarios, deberíamos incluirles en la construcción de alternativas efectivas que no sólo cuestionen prácticas de riesgo abiertamente irresponsables y manejo selectivo de la información que les está disponible, sino que aborden y resignifiquen las expresiones autónomas de su propia sexualidad, los asuntos de la diversidad sexual, la disponibilidad de métodos y medicamentos en el sistema de salud y las comprensiones societales en torno a la infancia, la juventud y la adultez, hoy en cuestionamiento.

Si la cátedra obligatoria finalmente va o no a las aulas, insisto, no es el principal problema sino hasta donde resulta insuficiente frente al actual proyecto emprendido por el MEN que transversaliza los hilos conductores del PESCC, compartiendo entre docentes, estudiantes, operadores en salud y familia la responsabilidad de educar en la autonomía y en el desarrollo de la libertad, tal como vienen proponiéndolo diferentes experiencias que se adelantan, con éxito, en el país.

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PD: ¿Será que si la cátedra se hace obligatoria, reprueba el niño que se hace padre o la niña que se embaraza? Al, final; un hijo es tu decisión, no tu destino ni tu obligación.

sábado, 23 de octubre de 2010

La constelación de los fantasmas


Hace más de 162 años un fantasma recorre Europa. Hoy ya no es el comunismo y en su recorrido ha visitado buena parte del mundo en varias ocasiones y, por lo que vemos, se ha reproducido generosamente en los cinco continentes gestando una constelación de fantasmas que crecen gracias al descaro de los cosmopolitas.



Desde cuando se encargó a Marx y Engels la escritura de un manifiesto que sirviera de presentación a la, hasta entonces secreta, Liga Comunista hasta los eventos con los que, casi sin sorpresa, nos levantamos hoy para observar que en todas partes del planeta tierra se suceden levantamientos, bloqueos, protestas, choques violentos, paros y movilizaciones; se evidencia el asalto de la indignidad que motiva la expresión del creciente descontento con las medidas emprendidas por los políticos de oficio, los tecnócratas y los burócratas emparentados y al servicio de los capitales, la ganancia y la especulación.

En Francia, pese a la extensión y calidad de los beneficios y garantías en salud y educación, se escenifican ahora los brotes del descontento planetario: Jóvenes estudiantes, sindicatos y colectivos, maestros y obreros, migrantes sin papeles y toda suerte de empleados, microempleados, autoempleados y desempleados salen a la calle hoy para denunciar y protestar contra un sistema que vende la igualdad mientras se muestra incapaz de realizarla y, para colmo, se alza contra la solidaridad justamente cuando la reclama incrementando el tiempo vital destinado al trabajo, extendiéndolo hasta coordenadas cercanas a la muerte, en un contexto en que el testamento de la sociedad lega a las y los jóvenes de hoy precariedad, austeridad e incertidumbre por todas las fronteras.

El descontento despierta a los fantasmas: Frente al capital especulativo se alzan las necesidades humanas insatisfechas. De cara a la ganancia y al manejo financiero eficientista se levanta el masivo reclamo de empleo. En el espejo de la política los antagonismos emergen cada vez con mayor violencia y de manera prolongada y los modelos de éxito y hedonismo son confrontados por una masa de pobres; creciente y rabiosamente pobres. Sin embargo, más allá de los sucesos y el carácter noticioso que, si a mucho, provoca el bostezo y la indiferencia de la multitud; los recientes eventos en Francia, España, Portugal y Grecia hacen patente que los fantasmas del nuevo mundo se parecen mucho a los que analizara el viejo Marx, habitando la casa que muchos creen vacía: el poder.

Buena parte de las crisis del siglo XX, ese al que aun no terminamos de despedir, expresan las tensiones de lo político. En la prolongación y cada vez más frecuente expresión del descontento social se escenifica la urgencia por hacer patente lo difuso y develar los resortes de las luchas del presente: Los motivos de las actuales confrontaciones sitúan de un lado a quienes, con poco, quieren más, mientras por el contrario, reciben menos de quienes están en la otra orilla. En los tiempos en los que la lucha de clases ha dejado de ser un concepto significativo y útil para dar cuenta de tal tensión, empieza a parecer consistente la lectura de nuestra época que insiste en que lo que vivimos no es sino la manifestación remozada de las viejas clases y las viejas luchas con los nuevos medios y sus nuevos antagonistas.

Frente al problema de la denominación de los males de nuestro tiempo, sus luchas y sus protagonistas; la pregunta por si la clase obrera ha muerto se golpea de bruces con la existencia patente de los capitalistas, cuyos exclusivos trajes cosidos a mano, su estilo de vida itinerante, su modelo de negociación trasnacional y su postura política centrista e insulsa traslucen hoy los viejos antagonismos y contradicciones sociales en los que, frente a ellos, aparecen los empobrecidos, los miserables, los descamisados, los no obreros de la no clase; los sujetos populares de ahora. 

En las actuales circunstancias, tan viejas todas ellas, una constelación de fantasmas asusta y quita el sueño. La desazón con la economía de capitales, el malestar con la política, la paradoja de la inacción, la erosión de la sociedad, el empobrecimiento de las y los trabajadores, la precariedad y la desregulación laboral, la caída real del ingreso, la extinción del ahorro, entre otros tantos y complejos asuntos urgentes, que ponen de presente


"toda esta ofensiva contra los derechos acumulados de la clase obrera. Lo que está sobre la mesa es el plan del gran capital de cambiar no sólo las condiciones de trabajo sino las relaciones de poder donde el capital por decreto puede imponer grandes transformaciones sobre pensiones, salarios, vacaciones, contratos", afirma el profesor James Petras.

Dado el carácter multitudinario de la protesta en Francia, a diferencia de lo que ocurrió en Colombia con reformas de semejante cuño que dilataron la edad de jubilación, tal vez Sarcozy deba recular y moderar sus pretensiones para contener los efectos de un movimiento sindical y colectivo que no parece posible de acallar sin una victoria. Si ello resulta cierto, en la actual crisis de época, se confirmará la devastadora afirmación de Marx en el manifiesto, según la cual "a veces los obreros triunfan; pero su triunfo es efímero".

lunes, 18 de octubre de 2010

¿Afrodescendientes paisas?

Afrodescendientes en el San Pachito en Medellín - 2010
No solo visualmente sino en todo su esplendor y vitalidad cultural Medellín, una ciudad tradicionalmente asociada a una imagen "blanca" del mundo paisa, empieza a reconocerse diversa y enriquecida con la presencia e incorporación de afrodescendientes que, avenidos o nacidos en ella, hacen su vida como herederos de tradiciones ancestrales de la africanía en escenarios urbanos. De manera especial, en la ciudad empiezan a aparecer acercamientos a la novedad de afrodescendientes de segunda y tercera generación nacidos en la ciudad, muchos de los cuales cuentan igualmente con padres y madres medellinenses.

Tal presencia resulta sintomática pues en la tradición antioqueña hay un descase entre territorialidad y diversidad, marcado por un profundo regionalismo, el centrismo étnico que reclama su ancestralidad “blanca”, andaluza, vasca y hasta judia y que en menor medida acepta la procedencia indígena de los abuelos y abuelas, pero que desconoce su significación cultural; mucho más cuando se la vincula a la pertenencia étnica afrodescendiente.

Como evidencia, el lenguaje cotidiano resulta cargado del carácter discriminatorio y peyorativo con el que en Antioquia se puede ser tiernamente “negrita linda”, “Negrito querido”, “negrita”; pero también “¡negro!” despectivamente “negro hijueputa”, de manera esencialista “negro tenías que ser”, porque  el “negro que no la hace a la entrada, la hace a la salida” y, en todo caso “negro ni mi teléfono” pues nada puede ser "mas ordinario que negro paisa", entre tantas otras; expresiones con las que se fija la identidad afrodescendiente en términos despreciativos y extraños a la cultura paisa, al tiempo que se cuestiona la pertenencia antioqueña de las y los afrodescendientes. 


En la lectura de la afrodescendencia, reclamarse afro y de Medellín parece una rareza producto más de la sorpresa de estar aquí que de la vinculación simbólica de la identidad étnica y de la diferencia cultural productoras de reconocimiento y reciprocidad, incluso para quienes aquí nacieron, de aquí son o hemos vivido aquí más tiempo que en cualquier otra parte. Por ello, advertir que no se ha nacido en la ciudad sino que la referencia originaria puede rastrearse a otro territorio, lleva consigo desvertebrar la estancia acrítica en la ciudad, el habitarla simplemente, para producir de un lado la sankofa: esa mirada retrospectiva que me lleva hacia adelante con la perspectiva personal y colectiva enraizada en el pasado. De otro lado, el situarse conscientemente en la ciudad, vivirla y gestarla desde el derecho a la ciudad, a la posesión de bienes en ella, al hacer una vida digna, a la reconstrucción simbólica ocurrida en el encuentro entre la cultura ancestral y la vida patrimonial urbana.

A consecuencia del desplazamiento y de la búsqueda de mejores condiciones laborales principalmente, desde 1940 se incrementó el flujo de habitantes del pacífico colombiano hacia Medellín, especialmente provenientes de Chocó, gracias a la apertura de la denominada "carretera al mar". En 2006, de acuerdo con el Diagnóstico Poblacional de las Comunidades Afrocolombianas en Medellín sumaban 133.082 los habitantes de la ciudad que se autorreconocen como afrodescendientes. Con todo, dicha cifra resulta abiertamente conservadora, mucho más cuando se miran las estadísticas de poblamiento de las comunas más populosas de la ciudad, ubicadas en las Zonas Nororiental y Centrooriental, en las que estimados de ONGs, académicos y organizaciones étnicas cifran en más de 500.000 los habitantes allegados y nacidos en la ciudad.

Con una presencia tan numerosa en la ciudad, las preguntas por la participación de los y las afrodescendientes de Medellín o afropaisas y su incorporación, asimilación, resistencia y lucha en este espacio urbano resulta problemática, reclamando condiciones ciertas para la realización no sólo de los derechos humanos, sino especialmente del derecho a la ciudad; siendo que,  al igual que en el resto del país, para la mayoría de los y las afropaisas las estadísticas acompañan una historia de pobreza, marginación, ocupación de terrenos catalogados como de alto riesgo (otros prefieren llamarlos de alta inversión), múltiples desplazamiento intraurbano, precariedad en la prestación de servicios públicos, cobertura en salud y desempleo.

De otro lado, si bien puede considerarse ambigua la percepción de muchos y muchas afrodescendientes nacidos en Medellín, interesados más en pasar desapercibidos y no hacer visible su pertenencia étnica, a consecuencia de los históricos procesos de blanqueamiento y autoinvisibilización aprendidos en el proceso colonial que vincula la africanía a la esclavitud; resulta significativo y de alto interés en perspectiva educativa, investigativa y organizativa el acercamiento a la población afrodescendiente joven nacida en Medellín, cuyos intereses, cosmovisión, vivencia de las tradiciones ancestrales, patrimonialidad cultural y vida cotidiana genera preguntas a la tradición e invención étnica, así como a la gestación de políticas públicas enmarcadas no en el tratamiento de tal segmento como población vulnerable a consecuencia de padecer desplazamientos sino como ciudadanos de Medellín, con los mismos derechos que los hijos e hijas de mestizos indoespañoles en ella, como paisas de nueva cepa.

Dado que para esta población no se trata de reconvertir la propia vida en la aventura de avenirse a Medellín sino de hacerse ciudadanos en un territorio que les pertenece, resulta problemático que la sociedad antioqueña sostenga los clichés manidos con los cuales aparece como dicotómico el ser paisa y afrodescendiente, advirtiendo de paso que ya no será posible la defensa y existencia de una única manera de vivir la afrodescendencia ni la tradición paisa; al menos no sin profundizar la invisibilización, la discriminación y el desconocimiento de quienes a sus hijos heredarán la ciudad junto a ls marcas identitarias ancestrales afrodescendientes.

Como en el poema satírico brasilero, resulta claro que en la ciudad ya no hay negros no, hoy todos somos ciudadanos. Tal ciudadanía, cultural e identitariamente cargada de diferencia, nutre la vida cotidiana de la ciudad, sus calles y sus barrios preguntando por su lugar en la distribución de los beneficios de pertenecer a la ciudad, aunque hoy las respuestas resultan precarias e insuficientes.

sábado, 9 de octubre de 2010

Cinco convenciones del mundo domesticado

Vivimos en tiempos de desencanto en los que, algunos y algunas, soñamos con mares de serpientes que nos engullen y no mueren. Infortunadamente, otros se han convertido en domesticadores de serpientes, las azuzan, les enseñan y las ponen en nuestros sueños convirtiéndolos en pesadillas. En el sopor de los días que pasan, se dibuja su placidez socarrona invitando a vivir de manera intransitiva, sin peso, sin mayores cavilaciones, convertidos en gestores de un mundo hecho a la medida; moldeado para que sea así como es.

Estos paladines del presente eterno son muy buenos vendedores. La gente corriente, de edades disimiles y diversas procedencias, ha aprendido a comprarles, a precio de rebaja y rutinariamente, sus paquetes sin contenido, trenzados con el lazo del olvido, la erosión del porvenir y la memorización lacónica del pasado, el cual se endosa a los contradictores como advertencia gravitatoria del futuro incierto que prometen.

Para estos nuevos adalides del bienestar generalizado y la comodidad de los tiempos que vivimos, las cifras pueden ser escabrosas, pero siempre evidencian que hemos mejorado: desempleo, pobreza, desplazamiento, son problemas cada vez menos incidentes en el malestar popular, según dicen cada mes por cada medio que les crea.

En estas condiciones, aparecen expresiones trilladas que, de tanto repetirlas, se vuelven consistentemente convincentes para el común de las personas. Veamos las que considero má frecuentes, rutinarias y lamentables:

1. Nada puede cambiar

Como si fuera un mantra místico, los Gurú del tiempo occidental se han vuelto expertos en trastocar los mundos culturales para instalar en occidente, tan lejano a esos asuntos, la sensación de que el cambio es aparente. Lejos de atisbar el abismo del porvenir, se importa afanosamente la idea (occidente son sólo ideas, debemos recordarlo) de que la nada nos circunda; incluso pagando a muy buen precio a adelantados orientales que esclarezcan el camino de la iluminación hacia el nirvana mágico de la quietud, en el que ni dolor, ni afanes, ni lamentaciones resultan posibles.

Un cisne místico nadando en aguas turbulentas se convierte en su mejor imagen, pues sea cual sea la tribulación externa debemos aspirar a la paz interior, a la quietud reverente frente al destino y a la bienaventuranza de los mansos, cuya recompensa será una vida sin problemas que les atormenten.

2. Confiemos en la capacidad de nuestros liderazgos 

Como si el destino de la humanidad estuviera trazado por una mente providencial o un sabio inteligente y contemplativo, la promesa de que el poder establecido, político y económico, sabe lo que hace y tiene la mejor fórmula para contener las fuerzas invisibles del presente y sus efectos impronosticables, se sitúa la idea de que la gente común es absolutamente ignorante y ello constituye el mejor aprendizaje de la historia. Por lo contrario, los que aprenden el juego del monopolio de la sabiduría, se lanzan decididamente a la conquista de la felicidad, al triunfo construido con actitud ganadora, al entusiasmo de los emprendedores, sin mayores preocupaciones por las innecesarias pestes de un futuro compartido.  

Siendo así, la conquista de la felicidad consiste en caminar plácidamente por las sendas de la ignorancia. El refugio interior, el aislamiento solipsista, la vida anónima, la eliminación del riesgo y la aventura desconocida son productos vendidos con éxito por los publicistas del momento.  El monje en su ferrari sube rápidamente la cuesta del éxito para contemplar, en solitario y a lo lejos, las ciudades repletas de sin sentido, llenas de prisioneros convencidos de lo innecesario que resulta desgastarse en cavilaciones y concienzudas lecturas radicales que no cambian mayor cosa con su romanticismo, según profetizan.

3. No aguanta "voletearse" así.

De tanto en tanto, cuando sobrevienen cantos de batalla, los expertos financistas y los publicistas aliados se avalanchan a convocar el protagonismo de los indiferentes; estas extrañas creaciones que, avidamente, abren sus fauces para ser alimentados por la mano dadivosa de la prensa y la televisión al servicio de la precariedad cerebral y la erosión del pensamiento. Culos, balones y sonrisas se convierten en la fuente noticiosa apetecida por estas crías a las que incluso se les ha enseñado a salir a la calle a decir no más con odio y con fiereza, sin importar que tanta convicción expresen, más allá de sus recién estrenadas camisetas.

Los indiferentes, una vez se han mostrado; animados por tal esfuerzo retornan a sus vidas anónimas, a la levedad de su pequeño nirvana, construido porfiadamente a fuerza de no pensar, no decir, no gritar y no soñar; porque para ellos la vida no es sueño sino letargo, una larga marcha de adormecimiento mudo en la que no vale la pena voletearse, contradecir ni protestar si no está permitido.

4. Para qué ponerse a pelear

Los promotores de la quietud y la indiferencia se han vuelto especialmente eficientes en promover la no violencia. Avisados como están de que en esa ruta coinciden muchos y muchas, aunque difieren en sus expectativas, se han especializado en una lectura unidimensional del pacifismo y la vida cosmopolita para la que toda forma de protesta y de alzamiento contra el sistema que administran y del que se benefician puede denunciarse como terrorista. Por esta vía, terrorista es el que duerme en la calle y el que dispara fusiles; el que lleva alimentos en un barco hacia Palestina y el que pone una bomba en pleno centro de Nueva York; el del carro bomba y el estudiante universitario; el que escribe en contra y el que no afirma lo que ellos escriben. Terroristas hay en todos lados; así aun no adviertan que ya han sido marcados. 

A escala planetaria y en el pequeño poblado, el discurso contra el terrorismo se ha convertido en la mejor estrategia de contención de las disidencias, para lo que toda estrategia resulta útil: chuzadas, juicios falsos, falsos testigos, chismes precautelativos, guerras preventivas, cárceles especiales, noticias espectaculares. Todo vale para persuadir a los indiferentes de que odien, denuncien y se movilicen antes de que, efectivamente, los terroristas actúen; por lo que hay que cerrar espacios y rendijas por las que hasta el más pequeño terrorista quepa, sea quien sea pues, sutilmente han logrado que la gente crea que terrorista es cualquiera: ¡su vecino o quien comparte la cama!

5. ¡Ahí están, esos son los que joden la nación!

Cuando no les creen; cuando sospechosamente los indiferentes se muestran alertas frente a ciertos discursos mal publicitados; como gato en el vacío encuentran la manera perfecta de retorcerse y pisar airosos el suelo de la victoria: ¡la culpa es de la vaca! Son los otros los que han generado el problema: Que no hay empleo: culpa de la guerrilla; que no hay salud: culpa de los sindicatos; que no hay educación: culpa de los maestros; que la universidad cerró: culpa de los estudiantes; que aun hay guerrilla: culpa de los que no denuncian... Así, la nuestra se ha vuelto una sociedad de la culpa en la que la retórica oficial resulta siendo la voz de heroicos altruistas que se sacrifican y esmeran porque las cosas no sean como siempre han sido.

En ese orden, las oligarquías resultan fortalecidas; cantando incluso en su nombre y en favor de sus chequeras y sus acciones las viejas consignas y canciones que en otro tiempo se oían en boca de sus enemigos: Ahora el Ché es un luchador envidiable y un excelente vendedor de camisetas, Camilo un bien intencionado cura engañado, y los mamertos setentudos: ¡Que nostalgia! ¡Yo también tiré piedra!, pero esas eran otras épocas que, afortunadamente Fidel ya se dio cuenta, ya pasaron; dicen.

Seguro hay muchos otras proclamas en su credo, cuyo hastió me atormenta. Pese a su eficacia, el mundo de los financistas y los publicistas; ese que les compra la placidez de la gente indiferente y domesticada, resulta insoportable incluso para ellos. En las infatigables cumbres mundiales que promueven empiezan a notarse las tensiones y fisuras de su bien armado rompecabezas. La insostenibilidad del presente les asusta, no solo por el peligro de que se vuelva poco rentable sino además por las incesantes alertas de que, aun en estas circunstancias, siguen sumándose las voces y las acciones de aquellas y aquellos a los que no les basta decir empaque y vámonos; constructores de alternativas, soñadores de mundos posibles y otros: artesanos del porvenir.

En todo caso, me levanto convencido de que, si unos domestican serpientes que esparcen un veneno soporífero por doquier, otros hay que fabrican antídotos contra el insomnio, la quietud y la pasividad que aletargan y no dejan sentir la codicia, la insolidaridad y la soberbia de los domesticadores. 

sábado, 2 de octubre de 2010

¿Está usted de acuerdo y se compromete?

"Mucha gente habla, dentro y fuera de la universidad, de los fantasmas setentudos que rondan sus patios interiores. Sin embargo, parece que las cruces esvásticas con sus espectros ceremoniales no faltan entre sus sombras"


Jaime Rafael Nieto López

Columna Universidad de Antioquia: Verbo y cuchillo


Más allá de todo dolor, nuestra universidad permanece viciosamente cerrada.


Las circunstancias que han llevado al Consejo Académico a 'recomendar' el actual cierre nos dejan el sinsabor de la intolerancia en los eventos del 15 de septiembre, la indiferencia de la mayoría de las y los antioqueños y antioqueñas por su Alma Mater y la impaciencia de los que creemos que una universidad vacía, en silencio y de puertas bloqueadas es una negativa a reconocerla plural, diversa y pública; con lo que se visibiliza el que en la universidad se vienen enfrentando dos modelos culturales disimiles que aun no encuentran alternativas creíbles para un acercamiento dialéctico: Uno, el que la pretende al servicio de la empresa privada, contratada y ordenada para producir y sostener el mundo tal cual está. Otro, el que se reviste de nostalgia para resistir, contra todo pronóstico, los fuertes vendavales del autoritarismo y la verdad única.

Para los seguidores del primer modelo, la universidad cumple un papel valioso en torno a su misión de promover el saber, la ciencia y la tecnología; sin mayor deliberación respecto de a que modelo societal aporta, pues tales construcciones resultan funcionales al dinamismo del sistema capitalista imperante. Por esto, para muchos de ellos lo que ocurre en la universidad no es sino la cooptación de sus espacios y de los ingenuos muchachos tirapiedra por las bandas delincuenciales y los narcotraficantes de la ciudad, promotores del desorden, la venta de drogas, el tráfico ilícito de libros y películas y las ventas informales; situaciones para las que resulta suficiente con irrumpir a la fuerza en el Alma universitaria, bloquear el ingreso de los disfuncionales y promover, como alternativa conciliatoria, una campaña que, aunque bien intencionada, no satisface el tratamiento integral de las complicaciones presentes en este resguardo de la diversidad ni garantiza que, una vez ordenen reabrir sus puertas, la universidad discuta con calma y sosiego sus diferencias y provoque la unidad de los diversos.


Para los que se oponen a meterlo todo en el mismo saco, los del segundo modelo, la universidad es un proyecto societal en el que las lecturas alternativas y la producción del consenso en torno a su misión y sus obligaciones no se reducen a la enunciación criminal de las situaciones que en ella se escenifican ni al encumbramiento de dicho espacio por sobre los problemas cotidianos y estructurales del país, como si los mismos no fueran en ella sino motivo de ejemplo en las diferentes cátedras, anticipaciones nocionales de un mundo aciago por venir. Situados en esta orilla, lo que pasa hoy con la universidad resume las feroces tensiones sociales y políticas que polarizan a unos y otros en el país por la disputa territorial, la inacción estatal, la tolerancia criminal, la connivencia con la ilegalidad, la arbitrariedad policial, el autoritarismo gubernamental, la pasividad societal, la negación y ocultamiento del otro, el cerramiento de lo público, la erosión de lo colectivo, la prisión de la individualidad, los gritos de unanimismo, las batallas de los resistentes, la precariedad en el ingreso, la carencia de alternativas laborales dignas, el desempleo y el incremento de la delincuencia y la criminalidad.

Ante el tamaño de tal desencuentro, la universidad tiene razón al preguntarse si su funcionamiento debe blindarse de prácticas ilegales y ventas informales, tanto como motivar a sus integrantes a comprometerse con el respeto de los principios de liberta de expresión, de investigación, de enseñanza y aprendizaje, rechazando todas las formas que impliquen su vulneración. También por ello la universidad debe ser construida sin ninguna forma de violencia, amenaza o intimidación; ni la del estado ni la de los ciudadanos ni la de los múltiples actores armados y autoritarios oficiales y extraoficiales. Sin lugar a dudas la universidad no puede ser un espacio para promover el tráfico, expendio y consumo de estupefacientes ni debería convertirse en un emporio de ilegalidad.

A todo ello debemos responder sí, con total claridad y sin vacilación; pero, de igual manera, debemos generar las condiciones para consultar y responder si estamos de acuerdo y nos comprometemos a conservar pública la universidad de las y los antioqueños; si en ella opinar y protestar pueden ser considerados o no delitos; si para enfrentar sus problemas el Gobernador y sus cuadros directivos pueden acudir o tolerar la vulneración de sus estatutos y su autonomía, cuando se quiera y por lo que se quiera; si se deben revisar los estamentos estudiantiles para garantizar una mayor vinculación de tal colectivo en las decisiones de importancia;si la universidad debe ponerse al servicio de un proyecto político alternativo que promueva la incidencia ciudadana y la participación; si para cumplir sus objetivos misionales resulta posible que la universidad se venda a postores que constriñan su independencia; si puede darse el lujo la universidad de las y los antioqueños de dejar por fuera de sus aulas a tanta gente cada semestre, sin que aparezcan en el horizonte alternativas más responsables que garanticen el derecho a la educación de quienes no pueden costearlo en universidades privadas.

Seguramente son más las preguntas que deban hacerse a ambos mundos de la vida universitaria; no con la intención de exacerbar sus diferencias sino en el propósito de gestar un modelo de universidad que geste un nuevo país; uno en el que se pueda estar de lado y lado en una mesa en la que la muerte no ronda; en el que se garantice un circuito digno que vincule el estudio, el empleo y el bienestar; en el que la seguridad no signifique la eliminación del opositor ni la connivencia conveniente. Un país en el que, finalmente, la universidad esté a su servicio; no con sus vicios.

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