domingo, 7 de marzo de 2010

Proyectos de aula cooperativos y formación docente

Proyectos de aula cooperativos y formación docente
Un reto por la profesionalización
Arleison Arcos Rivas[1]

Las discusiones cotidianas sobre la profesionalización docente se han centrado, en muchos de quienes intervienen en este debate, en asuntos relacionados con la asignación salarial, el número de horas laboradas y, sólo ocasionalmente, en la formación continua del magisterio. De manera atávica, esta lectura de la problemática magisterial, desconoce uno de los pilares fundamentales en la construcción de la docencia como campo de desempeño profesional competente: El dominio de alternativas didácticas para la producción de aprendizajes en las y los estudiantes.

Con la fundamentación de las didácticas interactivas, más allá de la sola acción escolar dirigida por el docente, se concibe al maestro como responsable de provocar ajustes didácticos en el aula, desempeñándose éste como gestor o facilitador de escenarios para la interlocución entre estudiantes y con las y los estudiantes, poniendo en el centro de las actuaciones escolares la idea de que aprender es un asunto comunicativo complejo y cooperativo.

Entre estas alternativas didácticas, las estrategias de aprendizajes por proyectos de aula de carácter colaborativo y cooperativo, apuntan a la transformación del espacio escolar y de las relaciones entre estudiantes y docentes, mediante acercamientos problemáticos a los contextos  que articulan la vida y los intereses de las y los estudiantes y maestros[2].

En las diferentes experiencias en la implementación de proyectos cooperativos en el espacio escolar se resalta la singularidad de ésta estrategia para fomentar aprendizajes en los estudiantes, dejando en ocasiones al margen la importancia que tiene igualmente para recomponer las actuaciones docentes en el aula a partir de la transformación de las relaciones del docente con el conocimiento y con sus estudiantes o aprendices.
 En el equipaje conceptual de las y los maestros colombianos, a veces por obligación directiva, a veces por un afortunado encuentro documental, se ha colado el método o la estrategia de proyectos como una posibilidad recreativa de saberes en el aula, profundamente imbricada con el enfoque de planteamiento y solución de problemas. La vitalidad con la que se ha asumido esta propuesta en nuestro medio, varias décadas posteriores a su aparición[3], radica en su concepción como un dispositivo integrador de saberes que favorece la vinculación de la vida cotidiana al proceso de producción de aprendizajes en la escuela mediante el cuestionamiento, la indagación y el planteamiento de alternativas a los problemas que se presentan como tales a los ojos de las y los escolares, quienes se hacen al mismo tiempo de los saberes disciplinares que la escuela reconstruye[4].

De nuestra parte, creemos que situar en las preocupaciones y pesquisas de las y los estudiantes las posibilidades de incorporación didáctica de los proyectos de aula, colaborativos y cooperativos, pone de presente el enorme protagonismo del profesional docente en dicho espacio. Atrás habría que dejar viejas figuraciones que insisten en el papel secundario del maestro en el aula. Si algo enseña la implementación de proyectos escolares, es que las y los maestros resultan coprotagonistas en el acompañamiento y funcionalidad del proyecto; tanta como un Director Técnico en un equipo deportivo altamente eficiente. De hecho, la intervención oportuna, inteligente y eficaz de maestras y maestros concientes de su desempeño profesional, puede provocar – y se espera que provoque - altos índices de eficiencia en los equipos de indagación y aprendizaje que constituyen sus estudiantes[5].

El papel de la maestra y el maestro en el aula se fortalece en la propuesta de aprendizajes por proyectos, toda vez que su labor gana un factor determinante en la mediación necesaria para acompañar el proceso indagatorio de las y los escolares. Si bien para las y los estudiantes siempre habrá información disponible aun sin la correspondiente orientación docente - mucho más ahora que medios informacionales y tecnológicos se encuentran con mayor frecuencia disponibles en red en nuestras escuelas-, las y los docentes se interrelacionan con sus estudiantes  construyendo mediaciones didácticas que posibilitan la incorporación de dicha información en contextos significativos de aprendizaje.

En su labor, las y los docentes se ven impelidos a seleccionar información, disponerla para sus estudiantes, analizarla, organizarla crítica y creativamente suministrando a las y los estudiantes la información de la que no disponen o a la que aun no han examinado, procurando transformar dicha información en insumos para la actuación, apropiación o aplicación de conocimientos en el contexto que les dio sentido[6].

Los proyectos en el aula, concebidos entre estudiantes y docentes, apuntan a transformar la relación con el saber construido y afectar las dinámicas de producción de nuevos saberes en la escuela colombiana. Advertir este reto, pone de presente que las y los docentes requieren aventurarse a explorar lo que ocurre en el aula y lo que en ella puede planearse, más allá de los solos libros de texto y las lecciones predeterminadas por la experiencia previa. La escuela es un escenario de posibilidades y éstas se configuran y reconfiguran permanentemente en términos de los aprendizajes que, en condiciones factibles, pueden alcanzar o desarrollar las y los escolares.

Salir de la comprensión del acto docente como un ejercicio direccional y reconvertirlo a una función mediadora, tal como demanda la implementación de proyectos, transforma la profesión docente en una labor creativa, generadora de posibilidades, articuladora de saberes, gestora de procesos de indagación que llevan al tratamiento en el aula con problemas reales, presentes en la vida de aquellas y aquellos para los que tiene que alcanzar sentido lo que pasa en el aula.

En el proceso de profesionalizar la labor docente a partir de la concepción del papel que como mediadores asumen en el aula, habría que esperar que las y los docentes abandonen definitivamente el falso papel digestivo del conocimiento, acto perverso y funcional en el que la docencia consiste en tomar unas categorías, datos o conceptos y definirlos de manera menuda, casi inoperante, para las y los estudiantes, tal como Freire se refería a la educación bancaria. En su lugar,  sería necesario trasegar la ruta que lleva a convertir el aula en un espacio en el que la o el docente propone retos conceptuales y categoriales del tamaño de sus estudiantes, al alcance de sus posibilidades; incluso más allá de ellas.

Si bien las y los docentes se encuentran generalmente forzados a incorporar en sus prácticas de aula estrategias didácticas para las que no siempre han sido acompañados convenientemente en sus antecedentes universitarios o por los equipos directivos de las Instituciones escolares, resulta fundamental que, a efectos de convertir la labor docente en un ejercicio intelectual y político de importancia en la concepción y construcción social del conocimiento, se arriesguen mucho más en la tarea evaluativa de las diferentes opciones didácticas disponibles para transformar sus aulas en espacios creativos de indagación y apropiación del conocimiento por los escolares.

¿Qué herramientas se hacen necesarias para dar este salto cualitativo en la fundamentación de las prácticas de aula como campo distintivo en la profesionalización de la labor docente? Indiscutiblemente la de proyectos, es una de ellas.

Referencias Bibliográficas

1.     Cecilia BIXIO. Cómo planificar y evaluar en el aula. Homo Sapiens editores, 2ª ed. 2005.
2.     John DEWEY. Democracia y educación. Una introducción a la filosofía de la educación. Ediciones Morata, 2002
3.     Graciela María FANDIÑO CUBILLOS. El pensamiento del profesor sobre la planificación dentro del trabajo por proyectos. Universidad Pedagógica Nacional, 2007.
4.     Celestin FREINET. Técnicas Freinet de la escuela moderna. Siglo XXI, 1980
5.     MEDINA MOYA, José Luís. La profesión docente y La construcción Del conocimiento profesional. Editorial Magisterio del Río de la Plata, 2006.
6.     MIÑANA BLASCO, Carlos. El Método de Proyectos. Programa RED, Universidad Nacional de Colombia, 1999.
7.     BALLENILLA GAMARRA, Fernando. Enseñar investigando ¿Cómo formar profesores desde la práctica? Díada, 1995


[1] Licenciado en Filosofía y Magister en Ciencia Política. Rector de la Institución Educativa Federico Carrasquilla, de la Secretaría de Educación de Medellín y Docente de Cátedra del Pregrado en Ciencia Política de la Universidad de Antioquia.
[2] Al respecto se puede consultar  MAGENDZO, Abraham.  Currículo y Cultura en América Latina, 2 ed. Santiago de Chile, PIIE, 1991.
[3] Contra quienes se arriesgan a datar el origen del método de proyectos en el siglo XVI, convengamos que el ensayo de 1918 de William H. Kilpatrick, The Project Method, recoge y divulga la idea de que éste método consisten en “un acto completo que el agente proyecta, persigue y, dentro de sus límites, aspira a realizar”. Esta estrategia fue aplicada a la escuela inicialmente por J. Dewey.
[4] Resulta importante recalcar que J. Dewey encuentra una profunda relación entre el proyecto y la formación disciplinar sólida.
[5] Para un caso mexicano puede verse el estudio adelantado por Raúl Sandoval, Beatriz Hernandez y Pedro Guevara: “Proyecto de aula: Resultados en el Nivel Medio Superior del Instituto Politécnico Nacional” Disponible en medio magnético en: http://www.cecyt14.ipn.mx/Memorias%20CIIE/documents/c/c13/c13_09.pdf
[6] Al respecto sugiero revisar en  NOT,  Louis.  Las pedagogías del conocimiento.  México, fondo de la cultura económica, 1994, las comprensiones respecto del papel docente en la mediación del conocimiento.

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