sábado, 30 de mayo de 2009

¿Estamos preparados para cambiar nuestra presencia en el aula?


Cuando nos preguntamos por el papel que juegan los computadores en el aula; si estos suplirán algún día la presencia del docente o si atrofian el desarrollo de la inteligencia, nos planteamos preguntas equivocadas que distorsionan el sentido de la escuela, el papel del maestro en ella y la función del saber que la escuela media.

Preguntas como éstas evidencian simplemente la necesidad urgente de reconciliar en la escuela y en las prácticas docentes la pedagogía, la didáctica y el saber adquirido en el dominio de una o varias disciplinas del conocimiento.

Me parece cierto que un buen computador, dotado de acceso a internet, messenger y encarta, resulta más útil que un maestro mal preparado, que no piensa lo que hace ni construye posibilidades de aprendizaje en el aula.

Dicho esto, no creo que pueda reemplazarse a un maestro equipado con conocimientos disciplinares sólidos, competente en el uso y la implementación de estrategias audiovisuales y comunicacionales, conocedor de internet y sus posibilidades, estratégico para vincular el mejor saber disponible en donde esté y la comunicación que sólo entre humanos se produce. Sólo ese maestro no podrá ser cambiado fácilmente.

A un buen maestro no lo saca nadie de la escuela.

Internet, las aplicaciones multimedia, los juegos de roles, las enciclopedias de reciente generación, los simuladores geométricos o en otras áreas, entre otras posibilidades que la implementación de medios informáticos favorece, hacen posible una relectura de la función magisterial en favor de la pasión docente por propiciar aprendizajes.

Estoy convencido que la escuela requiere maestros que sepan. Los niños y las niñas requieren aprender y que les enseñen a aprender. Los medios, entre ellos los informáticos, sólo sirven a su propósito en la este escenario cuando vinculan el saber pedagógico y didáctico del docente con el perfeccionamiento de aprendizajes en los escolares.

Muy a mi pesar, debo aceptar que las y los maestros aun no hemos transformado nuestra presencia en el aula. Afortunadamente, para las y los maestros que nos creemos y nos queremos mejores en el aula que todos los medios audiovisuales, multimedia e informáticos juntos, no es tarde todavía.

sábado, 23 de mayo de 2009

Maestros para la sociedad del conocimiento


Hay una verdad incontestable: Los ordenadores no producen conocimiento. Al menos no por sí solos.

De hecho, nunca como hoy se ha hecho necesario un sujeto con habilidades para orientar procesos de aprendizaje en la escuela. Ese sujeto e el maestro. El maestro o la maestra se han convertido en el eje vertebral del proceso escolar. Ello no quiere decir que el docente haya desplazado nuevamente al estudiante. Nada más lejano a la realidad.

El maestro se ha resituado; al menos conceptualmente, y se espera que también en sus prácticas. Estas nuevas prácticas le hacen responsable de que los estudiantes aprendan y no simplemente que se instruyan. Ahora no se trata de que el maestro sepa más; incluso puede saber menos pero saberlo bien; producir formas de acercamiento al mejor saber disponible, reconocer los medios informacionales y comunicacionales disponibles y favorecer su reconocimiento.

De igual manera la escuela ha ganado protagonismo, aunque a veces no se entiendan sus enormes potencialidades. En este espacio se recrea la vida y se producen aprendizajes; ¡casi nada! Cierto es que "la escuela debe ser el espacio en el cual se permita el liderazgo educativo y el desarrollo de las capacidades de los maestros en sus actividades principales como pedagogos". Esta relación es fundante. El maestro en la sociedad del conocimiento se ha hecho lider. De nuevo experto: No en un saber enciclopédico e ilustrado que él y sólo él domina; sino un profesional competente en didácticas. Su nueva labor no le hace "decidor" o "dictador" sino orientador, facilitador, un sujeto habil para propiciar oportunidades de aprendizaje. Un maestro con la habilidad de leer la escuela con los ojos abiertos de un niño; sólo ese, puede contribuir a producir aprendizajes.

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